miércoles, 12 de octubre de 2016

Me acosté en el piso frío esperando, de alguna manera, olvidar todo. Arriba, en el cielo abierto, se abría un sin-fin de posibilidades, un millón de nuevos mundos. Sólo con mirar las estrellas todo estaba mejor. Un peso insoportable se posicionó en mi cabeza, como si todos mis pensamientos se abrieran paso al mismo tiempo, y comenzaran todos a revolotear en mi mente. No es una metáfora cuando digo que sentía un peso en mi mente, en serio lo sentía, casi insoportable. Me empecé a desesperar, tenía que salir corriendo, escapar de todo. Mi cuerpo no respondía y para cuando intente cerrar los ojos, ya era inútil. Me rodeaban mis peores pesadillas, me sacudían mis miedos más profundos y a lo lejos, allá en el cielo abierto, se materializó aquello a lo que había temido desde siempre pero que nunca pude admitir. Me miraba fijamente, juzgándome. Jamás vi ojos tan tristes ni tan vacíos como aquellos. Sólo miraba, como si tratara de entenderme, como si estuviera haciendo un gran esfuerzo por entender lo que estaba pasando acá abajo. Cerró los ojos y simplemente se dejó ir, sabiendo que nunca entendería, y en su mirada pude percibir que, en el fondo,  tampoco quería entender. 

Quizás fue un efecto, quizás por fin me volví loca, pero puedo jurar que esa noche allá en el cielo abierto, me vi a mi misma mirándome, juzgándome, tratando de entenderme, y por fin, rindiéndome y dejándome ir. 
Me encuentro en un cuarto muy oscuro, viejo y vacío a excepción de un espejo. La pintura en las paredes fue corroída por el paso de los años o quizás fueron los arañazos de mis ataques de locura en busca de libertad.  Junto conmigo se encuentra la persona que más detesto en el mundo, encargada de hacer mi vida una constante tortura.  Estoy encerrada de por vida con ella, sin ninguna posibilidad de escape. El sonido de sus pasos me atormenta. Me juzga en silencio, puedo verlo en sus ojos grises, profundos, sin alma. No hace falta que hable para saber qué está pensando. Juzga cada uno de mis movimientos, los desaprueba, los rechaza y desprecia. Pero el eterno dolor de su silencioso juicio constante no es suficiente, nunca lo fue. Se acerca hacia mí por detrás y luego de apoyar sus manos en mis hombros comienza la tortura mental. Entre su repertorio de insultos puede escucharse: “Nadie te quiere” “Sos inútil” “Estas sola” “Gorda” “¿Para qué seguís viviendo?” “Todos estarían mejor sin vos” “Fea” “Siempre arruinas todo” “Nunca vas a ser suficientemente buena para nadie”. Su voz me persigue desde siempre. Retumba en mi cabeza las veinticuatro horas del día. No puedo escapar de ella ni de su odio injustificado.
 La odio. Haría lo que sea por deshacerme de ella, la mataría. Necesito librarme, escapar, ser feliz. ¿Quién fue el que estableció que tengo que estar en paz con ella? ¿Quién puede convivir con alguien así? Y aún más extraño, ¿quién querría vivir con una persona así por el resto de su vida?
Es ilógica la tortura mental a la que estoy constantemente sometida. Yo no elegí esto, no es lo que quiero para mi vida. “Estas vacía, sin ninguna esperanza de recuperación. Sos lo que yo haga de vos, me perteneces, sos un simple juguete, un cuerpo del cual soy dueña. Nunca vas a poder escapar de mi, estoy donde estés, soy lo que sos. Estoy acá para mostrarte cuán patética y miserable es tu vida. Estoy acá para ocuparme de que así sea tu vida”. 
Pero nadie entiende. Este cuarto del que hablo es mi mente, mi subconsciente. Esta persona asquerosa y repulsiva soy yo. ¿Cómo me escapo de mi propia mente? ¿Cómo callo las voces que me atormentan? Mi mente y yo somos una sola. Unidas para siempre, no importa cuánto nos odiemos.
Vamos a comenzar de a poco. Solo quiero que confíes en mí. Confia en cada palabra que susurre, confia en cada mentira que te diga. Pronto ya no va a importar. Desde ahora, y para siempre, yo soy vos. Voy a tomar las decisiones en cada pequeño aspecto de tu vida. Todo va a cambiar. Confias en mi porque ya no tenes otra opción. Confias en mi porque soy todo lo que queda en tu vida, por lo único que seguís acá. Llega a tu límite, rompelo, y superalo. Te prometo que todo va a estar bien porque el destino está cerca, y a donde vamos no vas a sentir más dolor ni tristeza, ni angustia, ni remordimiento, ni odio. Ya no podes confiar en nadie más que en mí. Me metí en tu mente, soy vos, te controlo y no podes hacer más que obedecerme, porque ya no sabes hacer otra cosa. Te digo que todo va a estar bien, que es por  tu bien, creeme. Te miento en la cara y vos no te das cuenta. La culpa de traicionarme te va a comer viva y me vas a suplicar que vuelva a vos, que te tranquilice, que te haga perfecta de nuevo. Te vas a desesperar cuando no este y me vas a rogar que vuelva. Voy a volver porque una vez que me metí en tu mente no me voy a ir nunca. Y al final, el fin inminente. Mi plan, tan fríamente calculado, tan preciso y perfecto. Demostré una vez más que son todos seres débiles y manipulables, que con una promesa vacía y un par de mentiras consigo todo lo que quiero.
Soy Ana, y llegue a tu vida para hacer un infierno de ella.
Para J.C: 
Es un poco confusa la forma en la que nos miramos sin decir nada, intentando hacer del silencio una depresión en la cual sumirse después de estar abrazados en la penumbra, en un rincón de nuestro pequeño mundo. Nos sentimos libres al percibir aire fresco pero no nos damos cuenta de las cadenas que nos atan al suelo. Estamos tan cegados por nuestra irrealidad que al sentir contacto con el mundo exterior, huimos asustados, temiendo que algo nos pueda llegar a afectar. ¿Por qué dejar que nuestro mundo perfecto se desmorone? Es nuestro, es perfecto, lo construimos con tanta dedicación y miedo, es tan resistente que ningún tipo de emoción exterior puede afectarnos. A veces me confesas que tenes curiosidad por saber que se siente volver a sentir algo, luego entras en razón al mirar las infinitas cicatrices en tus brazos. No ames, no odies, no extrañes, no seas feliz, no tengas miedo, ni sentido común. Estamos aca, fuera de peligro. Estamos aca para demostrarle al mundo que no los necesitamos, que solos somos fuertes, somos capaces de sobrevivir en la mas profunda y triste soledad. 
Vivis del futuro. Vivis diciendo que vas a hacer tal o cual cosa. Vivis soñando con ese día en que puedas escapar de la prisión en la que vos mismo te encerraste. Vivis atrapado en el laberinto deseando escapar. Lo único que tenes en mente es ese día, ese día en que seas libre. Verdadera libertad. Vivis soñando con gente que quizás puedas conocer. Vivis a través de tu imaginación. Vivis del futuro para escapar del presente. Vivis con la idea clavada en tu mente de que ese día va a llegar pronto y todo el dolor va a terminar. Vivis del futuro y de todas sus mentiras.
Para J. C. 

Intentar explicarlo supone contaminarlo de tal forma que se convierte en algo detestable, asqueroso. Cambia completamente. Pierde toda su inocencia, su fuego, su luz, pierde vida. Ponerlo en palabras es imposible. Solo la persona que lo siente puede llegar entender la pureza y la fragilidad de la cual es responsable.  Su fragilidad es tal que el solo mencionarlo provoca que empiece a quebrarse, a perderse poco a poco. No puede explicarse, solo sentirse aunque sea solo producto de la imaginación, aunque ese sentimiento tan real y apasionado solo este basado en ideas que uno mismo imagina en su mente. Es perfecto. Por favor, no hables. No lo rompas, no lo dejes morir. Las palabras son innecesarias, solo hacen daño. 
El era un hombre, simplemente eso, nadie especial.  Un hombre al que la vida le había sido un poco dura, un hombre que luchó contra la vida y perdió. La vida le ganó. A él solo le quedan recuerdos, él está vacío. Y ¿qué haces cuando sólo te quedan recuerdos? ¿Qué haces cuando ya no tenes nada por lo que vivir, por lo que llorar, por lo que sonreír? ¿Qué haces cuando lo único que tenes por hacer es recordar? Recuerdos, ¿qué son los recuerdos? La memoria puede cambiar las formas de la cosas, los colores, los recuerdos pueden ser distorsionados, son solo una interpretación, son irrelevantes a los hechos. En fin, él tenía sus recuerdos, él no tenía nada.